Ay amor, con las veces que pensé dejarte de querer.
Y es que otra vez, no quiero perderte, no puedo.
No eres mi aire, ni nada que necesite. Eres lo suficiente para no pensar en nada más, a cada persona que veo, la comparo contigo, y tú siempre sales vencedor. No hay mirada, ni beso, que no recuerde.
Entiendo que ames a otra, así va esto del amor, pero si ella no te quiere,¿ porqué no darte un poco de tiempo y me amas?
Aunque tú no lo sepas, siempre te querré.
Rosa.
Hoy me toca ser egoísta, ya han jugado demasiado conmigo.
Rosa,¿qué es Rosa para mí? una amiga, que se ha aprovechado de una mala situación.
¿Nora? A la única persona que puedo amar y odiar al mismo tiempo.
Pero la decisión está tomada, dejo a Rosa, aunque me mande más de mil cartas, me da igual, me duele romperle el corazón, pero no hay opción.
Hoy todos llevábamos las manos metidas en el bolsillo, ya que hoy había que pagar el viaje.
Yo había decidido ir a Londres pero todas las demás menos Nora, iban a Francia.
En los recreos y cambios de clase, no veía a nadie, pasaba el tiempo del almuerzo en la biblioteca, leyendo y pensando.
A cada cambio de humor cambiaba la decoración de mi habitación. Me gustaba coleccionar paraguas, tenía de varios tamaños, de diferentes dibujos, pero el que más me gustaba era uno que me regalo Alicia, cuando era pequeño, tenía toda la gama de colores, y era muy amplio, pero ahora estaba roto, lo rompí la noche del engaño.
Al volver a casa me quité mi bufanda amarilla, y mis zapatillas, fui a la terraza y allí estudié algunos guiones que teníamos que representar en Londres. Mi papel era secundario, pero salía bastante a escena.
Habían pasado semanas, y sólo quedaba un día para partir hacia Londres.
Esa misma tarde salí a comprar ropa para el viaje, me encontré a Alicia hablando con Lucille sobre el doloroso tema de la extraña relación que tuvimos Nora y yo.
Me escondía tras maniquís y perchas intentando seguir la conversación que por lo visto, había un trato entre Rosa y Nora. Cuando conseguí entender eso me quedé allí estupefacto.
Ya eran casi las diez de la noche, y llamé al telefonillo de Rosa, la cuál bajó rápidamente.
Ella se pensaba que íbamos a volver a ser pareja, pero estaba demasiado equivocada.
No conseguí sacarle ninguna información, así que me dirigí a casa de Alicia, la cuál, dijo que lo teníamos que solucionar Rosa, Nora y yo.
Sólo me quedaban dos personas, una de ellas me negaba a llamarla, y la otra era mi última opción, Lucille.
Ella no bajó tan rápido como las otras dos, ya que se temía la conversación.
-¿Qué sabes?-dije mirándola a los ojos con mis manos heladas en sus muñecas-.
-De…¿de qué?-decía temblando-.
-De lo que os he oído hablar a ti y a Alicia antes, Alicia ya me lo ha dicho, pero quiero saber si lo tuyo concuerda.
-Vale, vale, te lo contaré. Rosa le puso la condición de que te dejase, para que no te hiciese daño, y le dijo que haría todo lo posible para que te olvidase. Y Nora, al pensar que te estaba haciendo daño, decidió cortar por lo sano.
-Pero…ella me engañó con otro…-dije con los ojos húmedos-.
-En realidad no, le dijo que se marchara era sólo un plan, para hacerte pensar que no te quería, pero lo esta pasando muy mal.
-¡Gracias Lucille!, ¡muchísimas gracias!-dije gritando-.
Salí corriendo hacia la casa de Nora, era tarde, pero eso no me importaba, la quería y ella a mí también.
Al llegar a su portal, le tiré unas piedras a la ventana, pero ella no salió, su abuela me dijo que ya se había ido a casa de su madre. Entonces le dejé una nota para cuando volviese a por la maleta.
Para estar con las chicas en el viaje, decidí cambiar los billetes de Londres para ir a Francia, pero para el avión con ese destino y a esa hora, ya no quedaban más plazas, así que cogí billetes para ir en tren.
En el tren, no pensaba en otra cosa, sólo en volver a verlas.
En un momento, un dolor que venía del corazón me hizo encogerme, me puse la mano en el corazón y minutos después se veía un accidente con humo y llamas.
Al llegar a la estación una masa de gente se agrupaba en una pantalla de plasma gigante, era un vuelo que tenía que hacer parada en Francia, al llegar allí me fijé en la enorme televisión que retransmitía el accidente, el vuelo era Madrid-Francia, con la salida de las ocho de la mañana.
Cuando terminé de leer los letreros, tire las maletas, y poco a poco me iba desvaneciendo, las había perdido, a todas.
Me llevaron a un cuarto, donde me dijeron que me devolvería a casa.
Desde aquel día ya no volví a ser lo mismo, mi obsesión con el tiempo perdido era incansable.
Ya se había procesado los funerales de casi todas, y con ellas yo obtuve la mayor parte de fotografías y recuerdos, menos los de Nora.
En su entierro, la madre me entregó una caja que había echo Nora con sus propias manos, el primer día en que le pedí salir.
No me atrevía a abrirla, pensaba que eso me haría muchísimo más daño.
Pero un día la abrí, allí había escrito un diario, hablando de lo que había cambiado su vida, de lo que me quería, y de las ganas que tenía de vivir.
En el fondo con un plástico estaba envuelta una carta casi quemada, en un papel situado en el plástico ponía que había sido escrita en el avión.
No sé si debemos querernos, yo sé que te quiero, y eso ni ninguna Rosa, ni nadie, lo cambiará, pero lo que no quiero es hacerte daño, se que ahora parece imposible, pero…puedo hacerlo, ya lo he hecho más veces.
Quiero que sepas, que aunque pasemos un tiempo sin vernos, te esperaré y seremos felices, o como amigos, o como novios.
Te quiero, ahora y siempre, Nora.
Las lágrimas eran más duras cada vez, pero ninguna se resistía.
En el fondo de la caja, estaban tres candados, con nuestras iniciales, y el día en el que empezamos a salir.
Pasados diez años, mi tío me había llevado a vivir a Nueva York, donde ejercía un nuevo trabajo, que para conseguirlo tuve que trabajar duro en demasiados trabajos.
Había mezclado todo el conjunto de las artes que practicábamos, dibujo, fotografía,…
Era diseñador, no innovaba ni hacía maravillas con el lápiz, representaba a mis amigas, sus ropas, sus colores,…a ellas.
Se podría decir, que nunca las saqué de mi cabeza.
Ya era un anciano, y me habían detectado una enfermedad, y podía morir.
Había dos caminos, si era verdad que existía el cielo, se iniciaría de nuevo mi vida, sino, pasaría al olvido.
·END.
Y es que otra vez, no quiero perderte, no puedo.
No eres mi aire, ni nada que necesite. Eres lo suficiente para no pensar en nada más, a cada persona que veo, la comparo contigo, y tú siempre sales vencedor. No hay mirada, ni beso, que no recuerde.
Entiendo que ames a otra, así va esto del amor, pero si ella no te quiere,¿ porqué no darte un poco de tiempo y me amas?
Aunque tú no lo sepas, siempre te querré.
Rosa.
Hoy me toca ser egoísta, ya han jugado demasiado conmigo.
Rosa,¿qué es Rosa para mí? una amiga, que se ha aprovechado de una mala situación.
¿Nora? A la única persona que puedo amar y odiar al mismo tiempo.
Pero la decisión está tomada, dejo a Rosa, aunque me mande más de mil cartas, me da igual, me duele romperle el corazón, pero no hay opción.
Hoy todos llevábamos las manos metidas en el bolsillo, ya que hoy había que pagar el viaje.
Yo había decidido ir a Londres pero todas las demás menos Nora, iban a Francia.
En los recreos y cambios de clase, no veía a nadie, pasaba el tiempo del almuerzo en la biblioteca, leyendo y pensando.
A cada cambio de humor cambiaba la decoración de mi habitación. Me gustaba coleccionar paraguas, tenía de varios tamaños, de diferentes dibujos, pero el que más me gustaba era uno que me regalo Alicia, cuando era pequeño, tenía toda la gama de colores, y era muy amplio, pero ahora estaba roto, lo rompí la noche del engaño.
Al volver a casa me quité mi bufanda amarilla, y mis zapatillas, fui a la terraza y allí estudié algunos guiones que teníamos que representar en Londres. Mi papel era secundario, pero salía bastante a escena.
Habían pasado semanas, y sólo quedaba un día para partir hacia Londres.
Esa misma tarde salí a comprar ropa para el viaje, me encontré a Alicia hablando con Lucille sobre el doloroso tema de la extraña relación que tuvimos Nora y yo.
Me escondía tras maniquís y perchas intentando seguir la conversación que por lo visto, había un trato entre Rosa y Nora. Cuando conseguí entender eso me quedé allí estupefacto.
Ya eran casi las diez de la noche, y llamé al telefonillo de Rosa, la cuál bajó rápidamente.
Ella se pensaba que íbamos a volver a ser pareja, pero estaba demasiado equivocada.
No conseguí sacarle ninguna información, así que me dirigí a casa de Alicia, la cuál, dijo que lo teníamos que solucionar Rosa, Nora y yo.
Sólo me quedaban dos personas, una de ellas me negaba a llamarla, y la otra era mi última opción, Lucille.
Ella no bajó tan rápido como las otras dos, ya que se temía la conversación.
-¿Qué sabes?-dije mirándola a los ojos con mis manos heladas en sus muñecas-.
-De…¿de qué?-decía temblando-.
-De lo que os he oído hablar a ti y a Alicia antes, Alicia ya me lo ha dicho, pero quiero saber si lo tuyo concuerda.
-Vale, vale, te lo contaré. Rosa le puso la condición de que te dejase, para que no te hiciese daño, y le dijo que haría todo lo posible para que te olvidase. Y Nora, al pensar que te estaba haciendo daño, decidió cortar por lo sano.
-Pero…ella me engañó con otro…-dije con los ojos húmedos-.
-En realidad no, le dijo que se marchara era sólo un plan, para hacerte pensar que no te quería, pero lo esta pasando muy mal.
-¡Gracias Lucille!, ¡muchísimas gracias!-dije gritando-.
Salí corriendo hacia la casa de Nora, era tarde, pero eso no me importaba, la quería y ella a mí también.
Al llegar a su portal, le tiré unas piedras a la ventana, pero ella no salió, su abuela me dijo que ya se había ido a casa de su madre. Entonces le dejé una nota para cuando volviese a por la maleta.
Para estar con las chicas en el viaje, decidí cambiar los billetes de Londres para ir a Francia, pero para el avión con ese destino y a esa hora, ya no quedaban más plazas, así que cogí billetes para ir en tren.
En el tren, no pensaba en otra cosa, sólo en volver a verlas.
En un momento, un dolor que venía del corazón me hizo encogerme, me puse la mano en el corazón y minutos después se veía un accidente con humo y llamas.
Al llegar a la estación una masa de gente se agrupaba en una pantalla de plasma gigante, era un vuelo que tenía que hacer parada en Francia, al llegar allí me fijé en la enorme televisión que retransmitía el accidente, el vuelo era Madrid-Francia, con la salida de las ocho de la mañana.
Cuando terminé de leer los letreros, tire las maletas, y poco a poco me iba desvaneciendo, las había perdido, a todas.
Me llevaron a un cuarto, donde me dijeron que me devolvería a casa.
Desde aquel día ya no volví a ser lo mismo, mi obsesión con el tiempo perdido era incansable.
Ya se había procesado los funerales de casi todas, y con ellas yo obtuve la mayor parte de fotografías y recuerdos, menos los de Nora.
En su entierro, la madre me entregó una caja que había echo Nora con sus propias manos, el primer día en que le pedí salir.
No me atrevía a abrirla, pensaba que eso me haría muchísimo más daño.
Pero un día la abrí, allí había escrito un diario, hablando de lo que había cambiado su vida, de lo que me quería, y de las ganas que tenía de vivir.
En el fondo con un plástico estaba envuelta una carta casi quemada, en un papel situado en el plástico ponía que había sido escrita en el avión.
No sé si debemos querernos, yo sé que te quiero, y eso ni ninguna Rosa, ni nadie, lo cambiará, pero lo que no quiero es hacerte daño, se que ahora parece imposible, pero…puedo hacerlo, ya lo he hecho más veces.
Quiero que sepas, que aunque pasemos un tiempo sin vernos, te esperaré y seremos felices, o como amigos, o como novios.
Te quiero, ahora y siempre, Nora.
Las lágrimas eran más duras cada vez, pero ninguna se resistía.
En el fondo de la caja, estaban tres candados, con nuestras iniciales, y el día en el que empezamos a salir.
Pasados diez años, mi tío me había llevado a vivir a Nueva York, donde ejercía un nuevo trabajo, que para conseguirlo tuve que trabajar duro en demasiados trabajos.
Había mezclado todo el conjunto de las artes que practicábamos, dibujo, fotografía,…
Era diseñador, no innovaba ni hacía maravillas con el lápiz, representaba a mis amigas, sus ropas, sus colores,…a ellas.
Se podría decir, que nunca las saqué de mi cabeza.
Ya era un anciano, y me habían detectado una enfermedad, y podía morir.
Había dos caminos, si era verdad que existía el cielo, se iniciaría de nuevo mi vida, sino, pasaría al olvido.
·END.